
Si los rusos queremos construir un mundo multipolar, entonces es necesario que cada civilización tenga su propio premio Oscar, su propia premia entrega de premios para reconocer los mejores papeles, al mejor guión, la mejor música y el mejor vestuario.
Mucha gente sabe que en la India existe un lugar llamado «Bollywood», es decir, la industria cinematográfica india. Esta tiene sus premios y sus héroes, que pueden ser completamente desconocidos en Occidente o en China. Pero para su civilización (y la India es todo un continente) este cine y sus Oscar tienen una importancia inmensa.
Lo mismo ocurre en China. Hay películas y actores chinos de los que nadie ha oído hablar en otros países, pero que son superpopulares en China. Porque China e India son civilizaciones independientes que tienen su propio cine. El cine se ha convertido en un fenómeno civilizacional.
Ya es hora de que los rusos creemos nuestros premios euroasiáticos. Pero para ello necesitamos tener un cine original y para tener un cine debemos tener personas con talento y brillantes las cuales dirijan los procesos culturales de Rusia. Cuando me refiero a los rusos sobre todo hablo de gente que encarne la cultura rusa.
Valery Abisalovich Gergiev es un ejemplo maravilloso: tiene un talento absolutamente asombroso, realmente apreciado y reconocido. Es de etnia osetia, conoce y siente la cultura rusa, el arte ruso y el espíritu ruso mejor que mucha gente en Rusia, quizá incluso mejor que nadie.
Y para organizar los Oscar rusos necesitamos el mismo nivel de talento en nuestra industria cinematográfica. Sí, tenemos actores con talento e incluso directores brillantes, pero no tenemos una industria cinematográfica rusa en el pleno sentido de la palabra.
Por ejemplo, hay muchos países en el mundo donde hay filósofos locales, pero no una filosofía propia. También ocurre que en uno u otro país se hacen películas, existen actores y directores, pero no hay cine.
Porque no se comprende ni se promociona su código cultural. Y porque existen suficientes pasionarios, genios que simplemente crearían un cierto círculo, como ocurrió en el siglo XIX, cuando la música clásica rusa se formó en torno a un «Puñado de Poderosos» o como se nació la cultura de la Edad de Plata rusa.
Hoy, sin embargo, todo el mundo está fragmentado. Incluso cuando Valery Gergiev pone en escena una nueva producción, sólo se publican algunas críticas formales y casi nadie discute el significado más profundo de lo que este maestro quería decir. Ni en los medios de comunicación federales, ni en los mismos canales de Telegram, donde todo el mundo se pelea por algunos problemas menores y triviales.
Por lo tanto, para que nos convirtamos en un país con un cine propio de nuestra civilización, primero debemos aprender a encontrar y fomentar a los verdaderos genios. Reunirlos en un cierto club, un círculo de genios, aunque sea muy limitado, pero donde tendrán todas las oportunidades para desarrollarse. Donde verdaderos filósofos interpretarán las obras de verdaderos artistas y verdaderos actores escucharán las instrucciones de verdaderos maestros.
Por el momento, todo está obstruido por capas de basura acumulada durante la época soviética y postsoviética. Por eso nuestra intelectualidad creativa esta representada por los peores. Con la rara excepción de perlas como Gergiev, Bashmet y algunos otros.
Sólo cuando asumamos seriamente esta tarea tendremos un arte propio, civilizacional, de pleno derecho, incluido un cine a la altura. Pero ahora, repito, tenemos algunos representantes brillantes del arte, pero no un arte propiamente dicho. Por eso no debemos alegrarnos de la nominación al Oscar de tal o cual actor, aunque tenga mucho talento, sobre todo si trabaja en Occidente, sino crear nuestro propio arte.
Por cierto, aparte de Bollywood, que ya he mencionado, existe también Nollywood, es decir, el cine nigeriano. Muchas veces lo vemos con horror, preguntándonos qué es, pero a mucha gente le gusta. E incluso los enfrentamientos en algunos países africanos cesaron cuando se estrenó una nueva serie de películas nigeriana sobre conflictos de tribus africanas totalmente desconocidas para nosotros. También existe el cine filipino, el cual es muy interesante y original.
En otras palabras, es muy importante que alimentemos la diversidad de nuestro mundo multipolar, que no nos centremos en los Oscar, sino que creemos premios especiales de cine para cada civilización y dejemos de lado las premiaciones del Occidente colectivo que hoy domina dominar la industria cinematográfica mundial. Y si nosotros mismos, finalmente, nos damos cuenta de que tenemos una estética rusa particular, entonces evaluaremos a nuestros actores y músicos, artistas y poetas, filósofos y escritores de acuerdo con esos parámetros, teniendo en cuenta que se ajusten o no a nuestro código cultural.
La misma capa de pseudocultura que hoy cubre nuestro país, por supuesto, no se corresponde con nuestro código cultural. Es simplemente una periferia de Occidente y por eso nos precipitamos apresuradamente hacia él, para demostrar que somos siervos que saben imitar a sus amos. Todo esto, con pocas excepciones, no es arte, sino smerdyakovshchina (1).
Y por eso creo que si debemos participar en los Oscar, con una agenda liberal occidental, sólo será cuando Trump esté en el poder y otros valores – los valores tradicionales – empiecen a imponerse en los festivales occidentales. Y entonces, si tenemos nuestro cine original, podríamos competir con respecto a los valores tradicionales.
Pero hasta ahora no tenemos un cine que refleje nuestros valores tradicionales, porque las personas que se han hecho con el poder en la esfera cultural son como coágulos que impiden el desarrollo de verdaderos procesos culturales en Rusia. Intentan censurar y dirigir lo que se está creando, pero ellos mismos son tan mezquinos, insignificantes e insulsos que desprenden una imagen patética y desagradable. Y eso se nota cuando personas sin talento censuran a las que tienen talento.
En el Imperio ruso eran los filósofos, pensadores y publicistas rusos (por ejemplo, Konstantin Leontiev) quienes actuaban como censores. Es decir, la censura es un asunto muy delicado. Hay que saber reconocer el genio, aunque no encaje en un marco estricto. Y hay que saber identificar y prohibir las tendencias venenosas, que a veces tampoco son inmediatamente visibles.
La censura es un arte supremo. En resumen, hoy es necesario, en primer lugar, poner fin a la dictadura de la mediocridad que se ha instaurado en Rusia en las últimas décadas.
Notas:
1. Smerdyakovshchina era una expresión usada para describe el desprecio y el odio a los súbditos rusos y, posteriormente, a los ciudadanos (principalmente rusos) de Rusia; es un tipo de rusofobia
Aleksandr Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
No hay comentarios:
Publicar un comentario
COMENTE Y NOS AYUDARA CON LA PAGINA
GRACIAS