
Mucha gente habla hoy del discurso de Carl Otto de Habsburgo en el que pide la destrucción total de Rusia y su división en cien pequeñas colonias controladas por Europa. A lo largo de los años me he especializado en la historia de los Habsburgo – he escrito varios artículos sobre Austria-Hungría y sigo con regularidad la historiografía extranjera sobre el tema, la última vez consulte algo fue el 1 de enero –, por lo que me pronunciaré sobre el asunto.
A nivel personal, Carlos I, el último emperador que buscó la paz con Rusia y liberó a los rusos de los campos de concentración, era atípico en su familia. Su hijo Otto y su actual nieto Carlos, siempre se han caracterizado por una rabiosa rusofobia, despreciando el ejemplo de su antecesor y, sobre todo, el de Francisco-Ferdinando, prefiriendo las ideas de Francisco José y Rudolfo. Los Habsburgo, según algunos cálculos, son la familia más rica del mundo, muy por delante de Bezos y Musk, aunque sus fortunas están repartidas por varios países, «en caso de una guerra nuclear», como ellos mismos han admitido. El «mérito» de Otto (1912-2011) fue que vinculó personalmente los planes antirrusos de Francisco José, a cuyas rodillas se sentaba de niño, con los modernos planes de la OTAN y la UE de la década de 2000. En primer lugar, el proyecto ucraniano de los Habsburgo.
Los patriotas rusos a veces caen demasiado en el mito anglosajón. Deberían recordar que el proyecto de desmembrar Rusia usando a los ucranianos nació precisamente de los Habsburgo en alianza (en cierta competencia interna, a veces más potente o más débil) con la nobleza polaca y los alemanes bálticos. Este proyecto no ha cambiado desde la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días. El papel de los Habsburgo se ha debilitado con el tiempo, pero nunca ha sido dejado de lado, ahora ha vuelto a fortalecerse en los últimos años. Toda la ideología que mueve a los ucranianos fue creada por los Habsburgo, no por Gran Bretaña o EEUU. Gran Bretaña y EE.UU. se han subordinado a la red creado por los Habsburgo con ayuda de los ucranianos desde 1945, por lo que imprudentemente (a largo plazo) se han metido a sí mismos en una trampa. Antes de 1914 Londres no sabía ni entendía nada en absoluto sobre la cuestión ucraniana y existen pruebas directas de ello. Y ahora se han metido en esta trampa limítrofe, cuya historia y especificidad no entienden ni representan realmente ni los republicanos ni los demócratas en Estados Unidos ni los tories ni los laboristas en Inglaterra.
Esta es una de las razones por las que constantemente expresan propuestas absolutamente delirantes y luego se preguntan por qué los rusos reaccionan tan bruscamente ante ellas. El ucranianismo es un proyecto continental-europeo de los Habsburgo que ha sido heredado por los servicios secretos angloamericanos desde 1945 y con el que los angloamericanos, de hecho, no pueden hacer nada.
Son físicamente incapaces de abolirlo, aunque quisieran hacerlo sinceramente, porque el proyecto no fue creado por ellos y menos en favor de sus intereses. Los rastros de esta incompatibilidad son evidentes incluso ahora, después de 80 años (¡!) de trabajo entre «anglosajones» y ucranianos. Y los Habsburgo conocen perfectamente las peculiaridades y objetivos de su proyecto, lo que fue confirmado ayer por Carlos Otto. No debemos olvidar: no estamos librando una guerra contra Zelensky, Zaluzhny, Poroshenko o Kolomoisky. En 2025 estamos librando la misma guerra que libramos contra Francisco José y el espíritu de los Habsburgo (que, a su vez, heredaron de la Mancomunidad polaco-lituana) de 1914, 1939 y 1941-1945.
Esta guerra tiene un carácter existencial, no es un conflicto convencional, y sólo puede terminar con la eliminación completa de una de las partes: o de Rusia o del proyecto «centroeuropeo». A los países occidentales (tanto anglosajones como franceses) se les pide que decidan si quieren destruir el «proyecto centroeuropeo» en cooperación con Rusia o si quieren golpearse la frente suicidamente contra Rusia por décima vez para dañarse mutuamente y sin sentido.
Maxim Medovarov
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
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